España es un vendaval
Un vendaval. Una tormenta perfecta en pleno desierto. Un ciclón futbolístico. Un equipo que rozó la perfección. Eso fue España, que trituró a Costa Rica, bordó el fútbol y debutó a lo grande en el Mundial de Qatar. Ferran Torres dos veces, Dani Olmo, Marco Asensio, Gavi, Carlos Soler y Morata marcaron los los siete goles como siete soles de la selección de Luis Enrique, atrevida, divertida e imparable, que presentó su candidatura al Mundial. ¿Por qué no?
Era el día de Luis Enrique, líder, autor, padre y dios todopoderoso de esta España moldeada a su imagen y semejanza. Un grupo de chicos creyentes, obedientes y fieles que se tirarían por el Viaducto si el seleccionador se lo pidiera. Sus chicos. Y era el debut de la España de Luis Enrique en Qatar con el once de Luis Enrique, claro. Que, faltaría más, deparó varias sorpresas.
La primera, la ausencia de Carvajal, víctima del aire acondicionado, cuyo puesto era ocupado por Azpilicueta, un jugador sólido y fiable como un Land Rover. Un tipo duro y experto ideal para una selección bisoña e imberbe. La segunda, la presencia de Rodrigo Hernández como central porque Luis Enrique sólo se fía de Laporte y no le salió del Twich llamar a Sergio Ramos. Y la tercera, Morata al banquillo quizá porque el delantero del Atlético, uno de los pretorianos del seleccionador, aún anda renqueante en lo físico. Morata no está pero se le espera. No como a otros. Le suplía Marco Asensio, que se ha ganado primero entrar en la lista y después la camiseta de titular.
Así que con las sorpresas incluidas este era el once de la España de Luis Enrique para el debut en el Mundial de Qatar: Unai Simón; Azpilicueta, Rodri, Laporte, Alba; Busquets, Gavi, Pedri; Dani Olmo, Ferran Torres y Asensio. Y con estos once soldados iniciábamos la batalla ante Costa Rica, selección caribeña, exótica y simpática, que contaba con el viejo Keylor Navas bajo los palos como gran estrella. Venida a menos y sin un minuto oficial esta temporada, pero estrella.
España salió a toda leche como si huyera de una tormenta del desierto. Igual que había huido el público del Al Thumama, el estadio del partido que presentaba una asistencia indigna de un Mundial. El monólogo de la selección de Luis Enrique era como los de Leo Harlem: ingenioso, ágil y divertido. Costa Rica se recluía en torno a su área y se encomendaba a todos los santos. A los que rezó Keylor Navas en el minuto 4 cuando Dani Olmo echó fuera un remate a bocajarro después de que Pedri le diera un pase de Play Station. Sólo era la primera. Tenía pinta de que vendrían más.
España saca el rodillo
Pedri gobernaba el partido con pie de hierro. Cómodo e inspirado, el centrocampista español distefaneaba entre líneas y se asociaba con un Asensio indetectable. Precisamente el jugador del Real Madrid la tuvo en el minuto 7 después de una buena asistencia del azulgrana, pero la pegó picuda. España no daba un respiro a Costa Rica. Era la segunda de las muchas que faltaban por venir.
A la tercera llegó el gol de España. Se veía venir. Otra vez el juego entre líneas, en esta ocasión con la conexión entre Gavi y Dani Olmo, acabó con un golazo del segundo tras una asistencia picadita del primero. Olmo la pinchó y la elevó con delicadeza ante la salida de Keylor Navas, quizá algo tardía. Lo celebraba Luis Enrique porque el ciclón de juego español por fin se había visto recompensado en forma de gol.
Desprecintado el 0-0, España levantó el pie. Siguió con su reinado sobre la pelota, pero redujo la velocidad de su juego. Costa Rica intentó algún tímido escarceo. Balas de fogueo. Apenas fue un respiro de tres minutos, como el que sale al baño. Retomó Busquets el control, encontró la subida de Jordi Alba, la puso al área y por allí apareció de la nada Marco Asensio para atacar el espacio y conectar una media volea que pilló mal parado a Keylor Navas, que se tiró tarde y metió la mano laxa. Así que, zas, segundo de España. Pues eso: 2-0 y Keylor de portero.
Oda al tiki-taka
Costa Rica, endeble y desmoronada, era una broma de equipo. Y España abusaba. Se gustaba. Toreaba de salón. Así se cocinaría el tercero, en una jugada a mil toques que terminó con un penalti obsceno de Duarte sobre Jordi Alba. Decidió Luis Enrique que lo tirara Ferran Torres, inédito en el partido hasta entonces. El novio de su hija engañó a Keylor y anotó el 3-0. Apenas llevábamos media hora de juego.
España siguió a lo suyo. Cocinaban cada jugada a baja temperatura y la elevaban cuando se asomaban al área costarricense. El equipo tico pasaba las de Caín. Pero los de Luis Enrique tuvieron piedad en los minutos postreros, sobre todo Asensio, que tuvo en sus botas el cuarto, y nos fuimos al descanso con 3-0 y una deliciosa sensación de baño.
Regresamos y, como cantaba Julio Iglesias, la vida siguió igual. Y lo sabes. No llevábamos ni tres minutos de juego cuando Asensio tuvo el cuarto tras una subida de Azpilicueta por la banda derecha. El partido estaba sentenciado pero España seguía divirtiéndose y no tenía ganas de reprimirse. Por eso en el 54 llegó el cuarto. Lo marcó Ferran Torres tras una buena conexión con Gavi, que le habilitó para meterse en el área, donde entre uno de los centrales de Costa Rica y la salida a por uvas de Keylor hicieron el resto. Doblete para Ferran.
Luis Enrique decidió entonces rotar. Descanso para Ferran y Pedri, minutos para Carlos Soler y Morata. A la hora de partido metió a Balde y Koke por Jordi Alba y Busquets, dos veteranos que descansaba media hora. El resultado, y la actitud de Costa Rica, permitían a España tomarse el duelo como un entrenamiento. El quinto cambio, ya en el 70, fue Nico Williams por Marco Asensio, que también se había ganado el sitio ante Alemania.
Manita, set y siete
Costa Rica no tenía ni ánimos para intentar al menos marcar un gol. España, después de los cambios y con el partido resuelto, bajó el ritmo. Aun así, le dio para marcar el quinto. La manita la alzó Gavi después de una incursión vertiginosa de Balde, que fue tumbando ticos por velocidad con un cambio de ritmo propio de Usain Bolt. Asistió a Morata que, ofuscado para variar, se topó con un rival, pero se sobrepuso a su error y metió un centro llovido al área. Por allí apareció Gavi y conectó con el exterior una volea rasa ante la que Keylor hizo una estatua que ríase usted del David de Miguel Angel.
En los minutos postreros España volvió a levantar el pie. O eso parecía. Pero era para despistar. Balde y Nico Williams no tuvieron piedad. El primero cocinó el quinto y el segundo fue el artífice del sexto, con un centro al área mal despejado, flojo y al centro, por Keylor Navas. Lo aprovechó Carlos Soler, que recogió el rechace y marcó a placer el sexto. Y luego, ya en los ocho minutos de larguísima prolongación, llegó el séptimo. Lo marcó Morata con un toque sutil ante el que poco pudo hacer Keylor Navas. Y al séptimo España descansó.
¿Quién dice ahora que España no puede ganar el Mundial? Que levante la mano.